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Partículas en el aire.

El clima me parece perfecto para recordar, que no hace mucho tiempo estábamos dispersos como partículas de polvo y por supuesto, para pensar, que a casi un año del dia en el que el cielo se tornó de morado y carmín, ambos seres han caminado de la mano, felices de haberse encontrado entre esas partículas flotantes.


Ha sido muy emocionante, tal como cualquier aventura ocurrida en algún libro, incluso mejor que muchos que he conocido, aunque para mi, siempre será la mejor de las historias. 

Una historia que aun no acaba de escribirse, sino que simplemente en unos cuantos dias cerrará victorioso un capitulo, para comenzar otro capitulo aun mas interesante y lleno de tantas aventuras por vivir, otro capitulo narrado en 365 paginas, una cada dia, para después volver a cerrar capitulo y volver a comenzar. Repitiendo el ciclo, insertando aventuras, emociones, sensaciones, de aqui hasta que la tinta aguante. De aqui hasta la eternidad.

Esos seres estén ahora inmortalizados de muchos modos; por palabras en un texto en linea, por fotografias que retratan momentos exactos y perfectos, tan perfectos como una pose triunfal acompañada por un beso, por tantas sonrisas recogidas por los ojos de ambos o por ojos que observan a ellos. Por un libro, un libro que ella escribió, que el tuvo la dicha de leer y que ahora se sigue escribiendo en dos tomos, cada uno narrando lo que el otro ve y lo que el otro siente, cada uno con la misma felicidad escrita en el.

Las palabras no bastan para describir la dicha que sienten al haberse encontrado, pues ellos no se conocieron al mirarse, se encontraron con las miradas, miradas que se reconocieron apenas al percibirse. Juntos una vez mas.

Y como tal narran las palabras, las mismas que no bastan para describir toda emoción de quienes se aman, he de frenar justo aqui mis versos, para dejar a las acciones, tomar rienda del futuro, llenar de luz la oscuridad del inframundo, con ese toque tan macabramente bello que ambos tienen. Ser luz en la oscuridad, irradiando luz desde la oscuridad.

Juntos son invencibles y lo saben. Juntos son perfectibles. Juntos serán algún dia un bello diamante.
Ya que como dice ella: "Nos hacemos bien, el uno al otro"
Y como dice el: "Ella es la musica de fondo que mi vida necesitaba"

Y así de vivencia en vivencia, el disfrutará de la musica, bailando con su amada, de aqui a la eternidad.

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Oda al sol, astro del instante, astro del momento.


Inmerso en los versos que guarda la mente,
se cuela tu alma con el viento
Emergiendo del rincón de lo oculto,
como queriendo buscar algún momento.

Amor, tan tierno como salvaje,
Amor, tan efímero como eterno,
Amor,t an real como el roce del viento
Sobre los viejos versos que guarda el cuaderno,
.
Musa de lo real y lo existente,
cuyo nombre simboliza el fulgor del sol mismo,
Ven una vez más a mis brazos
y juguemos a que somos eternos en el universo

Roza tus labios contra los míos,
creemos planetas con solo mirarnos.
Destrocemos juntos las barreras del tiempo,
atando los lazos que hicieron juntarnos.

Y es que lo que siento, pareciera inventado
Creado por poeta enloquecido del pensamiento,
embravecido por el oleaje que provoca su alma,
 embriagado por el aroma del sentimiento.

Un poeta enamorado de esa musa del viento
 a quien atribuye su tempestad, a quien atribuye su calma.
Un poeta convencido de que su musa no es cuento
Y que baja cada día a acariciarle su alma

Al final, volcados en la vida del instante y del momento,
lugar donde lo real y el pensamiento chocan a cada instante.
Sitiémonos bajo aquel árbol, disfrutando del viento
Contemplando el futuro que viene delante.

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Eres ese sueño que comienza con la letra numero veintitrés

Las cortinas ondean lentamente ante mi mirada casi inexpresiva. Mi habitación, suspira conmigo, teñida de tonos sepia iluminados pobremente, por un vago rayo de luz que proviene de la ventana. Aquella ventana  que alguna vez invadiste con una sonrisa de madrugada.

El viento, se cuela en medio de mis dedos que susurran con su silencio tu nombre, soñando mientras tanto con el recuerdo táctil de tu rostro. Con esos lunares, con esas pecas encendidas sobre tu nariz que corona esos engañosos labios, pequeños ante el silencio, enormes ante la sonrisa. Y sobre todo ello junto,  esos hermosos ojos brillantes como la luna.

El blanco de las paredes, proyecta películas viejas que suelo llamar recuerdos y tú estás en cada uno de ellas. En algunos sonriendo, en algunos jugando con tu cabello, en algunos otros besando mis labios, pero en todas, iluminada por ese halo de luz que jamás he comprendido, pero que mantiene en irrompible crecimiento, el hechizo que mi piel eriza.

¿Y quién iba a pensar que la libertad sería mi verdadera opresora? Esa libertad tan traicionera que aprisiona mis sentidos en medio de cuatro indeseables y blancas paredes vacías. De aquellas que no permiten desviar la mirada a menos que sea para observar los bordes salientes que el techo presenta. Otorgando como beneficio único, suspirar cada vez que volteo a la derecha y observo tu imagen sonriente en papel fotográfico.

¿Cuánto ha pasado?  ¿Días? ¿Semanas? Considerando los juegos que mi mente suele hacerse a sí misma, es probable que solamente hayan pasado un par de horas. Sin embargo, para el corazón y su mirada, esas horas se sienten como si de meses se tratara.  Y es curioso puesto que cualquiera pensaría que no puedo vivir sin tus besos, sin tu mirada, sin tu vida junto a la mía. Pero la verdad es que a pesar de que puedo soportar una vida sin ti, el caso es que no quiero.

Al final mi propia prisión me recuerda a tus labios. Aquella luz que se entromete en mi oscuridad me recuerda a tus ojos y las desatendidas sabanas de mi aposento, me recuerdan a tu regazo, donde no hay problema que pueda afectar, por mas grande que éste sea.

Pero aquí el caso es distinto, estoy aquí y tu allá a lo lejos, Y entre las cuatro paredes blancas, te busco y no tengo más remedio que encontrarte sonriente en una fotografía. Solo queda esperar un poco más. Solo queda soñar un poco más.

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Señorita Mimética

Pequeño mimo que callas cerrando los labios ,pero que hablas abriendo los ojos.
Mueve tus lazos con la danza del viento e ilumina con subtitulos tu dulce silencio
Sueña con ojos abiertos, países de oidos sordos, combate con tu mudo paraíso, el triste panorama que el mismo hombre hizo. 

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Recuerdo inspirado en la tinta de su pluma

No se como eres, pero se perfectamente de lo que hablas. La sorpresa en tu rostro refleja el interior de tu alma y pese a que pocos pueden, yo lo comprendo. ¿La noche? si fuera humana me casaría con ella y me dedicaría la vida entera a contar sus distantes y brillantes lunares. 
lo que me causa ruido es que dices no lograr nada y que las palabras al aire que atinan de vez en cuando en intenciones, solo se quedan en eso. Pero entiendo, al final te comprendo y me encantaría corregirse. Hay algo que logras y eso es que pueda leerte. Y no cualquiera.

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Tú.

Tengo un verso que contarte. No es un cuento, no es una canción, no es un pasaje del pasado, ni un recuerdo por escrito, sino el intento ferviente por narrar lo que hay en mí, sin morir mientras trato de hacerlo.

Sé que te gustan mis historias y que pierdes la cabeza cada vez que intento explicar algo que me apasiona y lo sé porque me lo has contado. Pero ahora es turno de este joven poeta, de expresar unas palabras sobre la musa que además de cautivarlo con su voz y su mirada,  lo hace con sus versos oscuros y sus palabras densas como la niebla, pues es poetiza

Antes que nada, debo aclarar, que son contadas las ocasiones en las cuales me es difícil encontrar el punto de partida, al momento de escribir. Sin embargo, cuando sucede, es casi siempre por intentar hablar de ti.

Y es que tú tienes la culpa de todo: que mis palabras salgan chuecas, que mis escritos tengan nervios y que mis pensamientos se sonrojen ante el recuerdo de tu mirada tranquila, llena de seguridad, pero sobretodo, de felicidad.

Mujer, es difícil para mí decirlo, aun y con toda esa experiencia en hablar y expresar mi sentir. Es difícil describir que seas culpable de invadir mi mente como rayo de luz por la mañana y como luz de noche antes de dormir, de esas que se encienden cerca de la cama, para velar el sueño.

Es duro expresar cuanto y como, es tan difícil decir adiós cuando te marchas y es tan grato decir hola cuando te veo, acompañado de un beso imaginario cuando te veo en la fortaleza que nos separa y une al mismo tiempo, pero aun más grato, ese beso real y ansiado que nos damos cuando al fin podemos estar juntos, uno a lado del otro, tomados mas del alma, que de la mano misma. Y aunque es difícil decirlo, por ti, estoy dispuesto a intentar y mucho más profundo que eso, estoy dispuesto a lograrlo.

Por último, si fuese a resumir todo lo anterior en tres palabras, serían exactamente las tres palabras que alguna vez tú, mi musa, poeta y confidente, me dedicaste en uno de tus textos, en una de tus frases habladas y en uno de tus arranques de pasión: seguridad, tranquilidad y felicidad. Eso es lo que eres.

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Escrito en servilleta con tinta roja

Vistes de gala la noche con tu presencia

Intensamente brillas como estela del carruaje de las sombras

Con sutileza enamoras los sentidos de quien te observa

Todo en fracción de segundos, todo tan efímero pero tan duradero

Ojalá fuera menos poeta y mas vampiro

Reiríamos juntos, ahora mismo en mi castillo entre las penumbras

Imaginando ser el Adán y la Eva de los no vivos

Acurrucándonos en la pasión de las cálidas sombras

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Luz en la habitación.


Si pudiera catalogar la luz, o definirla como una presencia física, ten por seguro que mi definición hablaría de ti.

Calor, bienestar, tranquilidad, rayos de luz que se cuelan por la ventana del  corazón, disolviendo con su brillo los barrotes que impiden salir y entrar del lugar.

Una electrizante sensación que invade el cuerpo, que entra por los labios y acaba con una de mis manos en tu cintura y con otra en una de tus mejillas.

A final de cuentas, tan peligrosa y llena de adrenalina que no cualquier corazón podría soportar. Prohibida, quizás, ¿pero quien no disfruta lo prohibido?

Blanca y destellante, tan cálida como el sol y tan grata como el instante, aquel que dura una infinidad de segundos en nuestras mentes y una micra de segundo en el mundo real.

Eres luz, eres calor, eres esa sensación de tranquilidad que se cuela en la habitación vieja que compone mi corazón, no exactamente tan bella como un castillo, pero si confortable y cálida, tanto como el amor pueda calentar.

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Luna de Ella


Y tal y como mis premoniciones habían saltado a decir, hoy en medio de la música y el humo denso de la noche, no podía hacer otra cosa que estar pensando en ti.

Y es que justo ahora somos tú y yo a la distancia, una distancia que sin duda me gustaría reducir a nada. Tu, yo y esa melodía de  piano y tecnología, culpables ambas de mantenerme en ese profundo trance de lo efímero y a la vez eterno.

Y en mis venas corre la petición; ven justo ahora, ven a mis brazos, ven y besa mis labios, ven y juega con mi cabello mientras observo tus ojos de cerca y recito mis versos a tu oído derecho, haciéndote estremecer mordiéndolo de vez en cuando.

Déjame ser uno a la distancia, pero sobretodo, déjame romper con los kilómetros que nos hieren al separarnos. Prensado a tu cuello cual collar, prensado a tus manos cual brazalete, prensado a tus dedos cual anillo de brillantes, postrado sobre plata.

Y como lo había dicho el destino, habitemos ese espacio en mi cabeza, que conecta con la tuya, tan resonante como ese metálico sonido que se armoniza con el bello piano de Chopin, que resucita como androide de su tumba para deleitarnos con su música y esos sonidos que extrañamente le va tan bien a su sonata.

Y en medio del trance casi hipnótico de las ondas electromagnéticas, las luces de la noche y la distancia que se hace cero en nuestra mente, giremos la cabeza hacia el cielo y desgarremos con nuestras manos el universo, justo por encima de la luna, en la melodía de amor más excéntrica que se haya visto

Bañémonos de la luz estroboscópica de las farolas de lo imaginario, dejando que se sumerjan en nuestra existencia cuales luciérnagas amándose en lo profundo de los bosques. Y mientras la miel se desborda de entre nuestros labios, rompamos la burbuja y recordemos que estamos lejos uno del otro, pues de otro modo, solo estaríamos viviendo el sueño y no la realidad que buscaré hacer verdad a tu llegada.

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Steinn Offenbach y la rebelión contra el Redentor Negro [0]

Capitulo Cero:
Regresión, presentimiento y premonición.

La ciudad se desmoronaba. Las partes altas de los edificios se precipitaban cual lluvia hacia el suelo plagado de personas huyendo del caos. Steinn Offenbach , corría esquivando los escombros volantes de lo que pronto serían las ruinas de la ciudad más grande jamás vista. Vestido con las habituales de siempre, un enorme abrigo con capucha en color negro, una bufanda roja tejida y unos guantes sin dedos en color gris, corría entre la lluvia de escombros, sujetando con fuerza un relicario antiguo. Era un guardapelo pequeño, en forma de reloj de bolsillo, en color verde metálico, viejo y desgastado, cuya piedra central brillaba en un tono esmeralda.

Con suma prisa, dobló a la izquierda en la avenida St.Connely, después, debería doblar hacia la calle Sullivan y seguir derecho hacia Shachary Smith y cruzar la barda del llamado “callejón de los lamentos “y en caso de que todo aquello pasase a la perfección, si la suerte estaba de su lado, el portal aún estaría abierto y era cuestión de cruzarlo para estar a salvo.

Mientras corría, un par de  transformadores de luz explotaron en la esquina entre Sullivan y Wallace, y soltaron mil chispas al aire seco  que inmediatamente se encendió. Grandes llamaradas ardientes cruzaron frente a él. No podía dejar que aquel relicario se quemara, era todo lo que necesitaba para poder realizar su cometido y había pasado por innumerables e inimaginables riesgos y malaventuranzas para poder llegar hasta donde estaba, como para perderlo por un descuido.

Protegiendo el viejo relicario entre sus manos, pasó atreves del fuego mientras convocaba un campo de fuerza con su energía. Era proveniente de una familia poderosa, sin embrago aún no era lo suficientemente poderoso como para cruzar por las llamas sin quemarse y eso sucedió. No había podido atravesar la columna de fuego. Sus ropas se habían encendido y mientras corría en otra dirección debía despojarse de ellas.

Cruzó a través de Jules Martin Avenue. El fuego lo había desviado mucho y ahora tendría que llegar por detrás, aunque aquello implicara mucho más riesgo que el plan original. Ya no portaba las gruesas vestimentas de la región antigua de la que provenía, pues el fuego le había obligado a despojarse de ellas para quedarse con una simple playera sin mangas y un pantalón de mezclilla en color gris pardo, que era lo que había tenido debajo del abrigo todo el tiempo.

Sin todo aquello encima, el fuego evidenciaba su figura a la perfección, alto, delgado pero fornido, el sujeto de piel como de vampiro y de cabello mediano y de tatuajes tribales en el brazo izquierdo, corría con aun más prisa que antes, volteando en repetidas ocasiones hacia su atrás, de manera muy nerviosa, como si algo viniese persiguiendo su rastro. Cruzó a través de la calle Walden Majid, pasó a lado de la florería y  saltó, sin ninguna dificultad, el automóvil del dueño del local  que estaba en la esquina anterior a su destino, pero un mal presentimiento cruzó por su cabeza.

Dobló la esquina y al fin el portal estaba frente a él, pero tal y como lo temía, ese desvío le había quitado el tiempo como para caber por un portal que se había estado desvaneciendo mientras corría. Debía pensar en algo, a pesar de sus esfuerzos, el portal situado en Walden Majid, ahora le era inservible, necesitaba actuar rápidamente, pues si no se daba prisa, podía quedar atrapado en aquel lugar a merced de aquello que lo perseguía.

Entonces se detuvo. Todo parecía suceder en camara lenta por un instante, los edificios cayendo, as llamaradas ardiendo a su lado, el agua de los hidrantes saliendo disparada por la fuerza del caos bajo sus pies y el viento, arrancando lentamente los cimientos de algunas casas más pequeñas.

Justo en medio de la reveladora escena, sus ojos se tornaron blancos y su mente se aclaró. Una serie inmensa de imágenes atravesaron por su cabeza como un inmenso álbum fotográfico hojeándose a una velocidad impresionante. Todo lo que había sucedido pasaba ahora frente a su mente, sus amigos, su familia, el lugar del que provenía y por supuesto, ella.

Todo paró y la última de las imágenes se congeló en su memoria, la antigua catedral y después, todo volvió a la normalidad, incluso sus ojos. Los edificios caían a la misma velocidad que antes, las llamas ardían descontroladas, justo como antes de aquel extraño episodio, incluso, el agua y las llamas seguían sosteniendo aquella batalla que solían llevar a cabo mientras Steinn corría.

Ahora, Steinn sabía perfectamente a donde correr, la imagen de la antigua catedral debía significar algo y si algo había aprendido durante su estancia en aquel lugar, durante sus incontables aventuras y desventuras, era confiar en sus instintos, después de todo, era lo más fuerte que tenía, incluso más que sus habilidades auriales. 
Giró hacia su izquierda y divisó el Viejo Gran Parque y al fondo, entre las copas de los arboles más lejanos, se alcanzaba a observar la antigua catedral. Aquel gran parque era el sitio más grande de la ciudad  y si quería salir con vida, debía atravesarlo antes de que aquella fuerza  pudiera alcanzarlo.

Asegurando el relicario en su mano, comenzó a correr entre la vereda central del gran parque viejo. Las llamas habían alcanzado las copas de los árboles y era cuestión de tiempo para que las raíces brotaran de suelo cuales muertos vivientes, extraídos de sus tumbas por el temblar del infierno. Un par de ramas cayeron cerca de él. La catedral estaba cada vez más cerca. Aquella fuente de piedra, con la estatua del Redentor Negro indicaba justo la mitad del Viejo Gran Parque.

Una columna de fuego se extendió frente a él y con ella emergieron ramas encendidas por las llamas. No había tiempo para detenerse. Con la garganta hecha un nudo, cerró los ojos, se rodeó de su propia energía y continuó la huida entre la columna de fuego Mientras pasaba, pudo sentir el ardor en su piel, desgarrando una por una las células de su piel. Esta vez, a diferencia de la ocasión anterior, logró salir de la columna. Algo era obvio, cualquier cosa que fuera ese ente, debía querer a Steinn muerto.


Su respiración comenzaba a escucharse agitada entre el crujir de las ramas que caían en llamas. La vereda central del parque ahora estaba cubierta de un sinfín de obstáculos cubiertos por el fuego. Debía seguir por el camino, o jamás lograría ponerse a salvo.

Aumentó el ritmo y logró recorrer la vereda en un santiamén. Había llegado al final del parque. Sin previo aviso, la tierra frente a él se partió y un abismo surgió frente a sí. Ya no había vuelta atrás, era brincar o dejarse vencer por las fuerzas que le perseguían. Viró la cabeza hacia atrás, la columna de fuego que había cruzado con anterioridad ahora comenzaba a moverse rápidamente en dirección hacia él. Debía brincar o aquellas llamas lograrían alcanzarlo en cualquier momento.

Tragó saliva, cerró sus ojos por un momento y  pudo escuchar el latir de su corazón convertido en un zumbido debido a la velocidad del palpitar. Abrió los ojos y viró la cabeza, las llamas estaban cada vez más cerca de él, debía actuar o entonces habrían fracasado todos sus intentos por lograr lo que quería y debía hacer.

Sujetando el relicario con la mayor fuerza que pudo, retrocedió un par de metros. Pensó en todo aquello que había sorteado y librado para poder llegar hasta donde estaba y con un último suspiro de aliento, saltó. El brinco le pareció lentísimo y la distancia infinita y  cayó al suelo justo del otro lado del abismo. Con prisa se levantó aun con el relicario en la mano y convocando un extraño fulgor negro en la punta de la mano que le quedaba libre, lanzó una ventisca de energía obscura y derribó la puerta de la catedral

Frente a sí se encontraba un portal enorme, e intacto, justo en medio de un par de estatuas del Redentor, del suficiente tamaño como para regresar a donde pertenecía. Apenas pudo percibirlos  pensó en correr, pero algo en sus instintos le dictaba que tanta calma en el lugar debía ser una mala seña y así lo fue. Las estatuas del Redentor Negro cobraron vida. La primera de ellas se abalanzó hacia él con su ahora llamante espada. Convocando de nuevo el fulgor negro, logró enviar a la estatua al otro extremo del recinto, pero no había tenido la misma suerte con la segunda.

Pronto, el segundo coloso de piedra había logrado enviarlo al suelo y el relicario había caído de sus manos con el impacto. La furia llenó su corazón, sus ojos se tornaron blancos nuevamente y la estatua detuvo su caminar. Un grito emergió de las entrañas de Steinn y el lugar comenzó a temblar. La estatua aún de pie del Redentor Negro comenzó a cuartearse y un aura de luz rodeó a ambos combatientes y entonces la estatua estalló. Steinn se puso de pié aun aturdido por el esfuerzo y el impacto. Pero lo peor estaba por avecinarse.

La columna de fuego se detuvo frente a las puertas de la catedral. De pronto, el calor desapareció y una corriente de aire gélido invadió el lugar. De entre las llamas anaranjadas una enorme silueta apareció. Un sujeto enorme emergió de entre las llamas, cubierto por una armadura negra y armado con una lanza con punta de diamante.

Steinn giró sobre sí mismo y tomó el relicario, después viró la cabeza hacia el portal y luego hacia el Redentor Negro que le observaba con la lanza en lo alto. No podría escapar de aquel lugar sin ser atacado por el Redentor, debía hacer algo, distraerlo, atacarlo y después huir.

Con el corazón lleno de coraje, convocó su fulgor negro en la punta de sus dedos, pero ahora una cantidad grande de las llamas anaranjadas de la columna se habían adherido al fulgor obscuro que emergía de sus manos. Corrió hacía el.

El aire se hizo más denso. El Redentor levantó su lanza de diamante y un destello rojo emergió de ella. Ambos gritaron. El rayo de fulgor negro de Steinn logró atinar hacia el hombro derecho del Redentor, mientras que el brillo proveniente de la lanza había impactado de lleno el pecho del muchacho. Todo se detuvo por un momento y al siguiente todo pareció pasar demasiado rápido. Una luz cubrió la vista de Steinn, un fuete impacto dió de lleno en el cuerpo del muchahco y entonces ni el Redentor, ni el relicario, ni las llamas se encontraban con él.

El clima había cambiado, incluso sus vestimentas habían cambiado, ya no estaba en aquella catedral a la que tanto le había costado llegar, de hecho no recordaba mucho de lo que había estado haciendo antes de correr por la ciudad en ruinas, ni del relicario que tanto protegía, ni de lo que había hecho para llegar hasta él. Estaba confundido.

Frente a él, una mujer  de tez blanca, cabello largo, negro ondulado y de ojos color miel, se encontraba tomando un sorbo a una taza de té que sostenía con ambas manos.

-Hace frío ¿no?- dijo ella.

Steinn no sabía que estaba pasando, no lograba recordar exactamente quien era aquella bella mujer, pero no dejaba de parecerle familiar aquel rostro fino y pálido. Asimismo, no lograba explicarse como había  llegado hasta allí, todo lo parecía sumamente confuso.

¿Has tenido de nuevo aquella premonición?- dijo la mujer sonriendo – Tal parece que algo no quiere que terminemos de entablar esta conversación ¿no lo crees? 




Al instante, la sonrisa hizo reacción con su memoria. Era ella, la última descendiente de los Van Dorth se encontraba frente a él y aún y con todos los riesgos que había pasado, premonición o no, la presencia de aquella mujer no podía significar otra cosa que problemas, graves problemas.


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Evanescencia

Se me ocurren demasiadas cosas
pero estoy demasiado atolondrado para escribirlas
si tan solo hubiese alguien aqui para escucharlas
si tan solo no fuesen palabras al viento

Se me ocurren muchos caminos para la melodia agridulce
aquella cuyo encanto radica en el silencio del prójimo
ese silencio llendo de ruidos de la ciudad tan cotidiana


Si tan solo sus oidos fueran míos
si tan solo mi silencio fuera suyo y el universo de nosotros
si tan solo supiera que decir ante el olvido
y como reaccionar ante el futuro y sus diezmil puertas,
pero sobreotodo a sus mil ventanas
si tan solo supiera reaccionar al final de la efimera melodía
todo sería mucho más sencillo




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Bailemos...

Bailemos, con las miradas al frente, con los ojos en los del otro y las miradas en lo profundo.  Bailemos con las sonrisas rayando en el coqueteo y con las pieles rozando en medio de la danza.


Dancemos con tu cabello volando por los cielos, despidiendo el aroma de tu perfume, con ese vestido rojo sin hombros que tanto me gusta y con ese traje negro que tan bien me sienta. Movámonos al ritmo del furor de los corazones, que en medio de las melodías palpitan una y otra vez.

Melodías acompañadas de esos tambores, de esas palabras que poco importan en realidad y girando, en medio de la noche, en medio de la nada, entre tantas miradas y sin embargo en plena soledad, tanta como la compañía del otro haga posible, en ese espacio atiborrado de sonidos y el completo silencio de estas dos figuras, en medio de la noche, en medio de la nada. 

Distanciados tan solo por centímetros del suelo, flotando cuales estrellas fugaces, danzantes, cubiertas de esa estela de nada, que termina siempre siendo todo. Buscando algo más allá en la mirada.

Y cuando la canción termine, volvamos temerosos a los asientos que la realidad refleja.  Tu por tu lado y yo por el mío, sin despegar miradas en ningún momento, manteniendo unida la efímera conexión de nuestras rítmicas manos y entonces bailemos, con el simple hecho de mirarnos.

-Del puño y la letra de Miss Van Dorth y de un servidor-

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