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Eres ese sueño que comienza con la letra numero veintitrés

Las cortinas ondean lentamente ante mi mirada casi inexpresiva. Mi habitación, suspira conmigo, teñida de tonos sepia iluminados pobremente, por un vago rayo de luz que proviene de la ventana. Aquella ventana  que alguna vez invadiste con una sonrisa de madrugada.

El viento, se cuela en medio de mis dedos que susurran con su silencio tu nombre, soñando mientras tanto con el recuerdo táctil de tu rostro. Con esos lunares, con esas pecas encendidas sobre tu nariz que corona esos engañosos labios, pequeños ante el silencio, enormes ante la sonrisa. Y sobre todo ello junto,  esos hermosos ojos brillantes como la luna.

El blanco de las paredes, proyecta películas viejas que suelo llamar recuerdos y tú estás en cada uno de ellas. En algunos sonriendo, en algunos jugando con tu cabello, en algunos otros besando mis labios, pero en todas, iluminada por ese halo de luz que jamás he comprendido, pero que mantiene en irrompible crecimiento, el hechizo que mi piel eriza.

¿Y quién iba a pensar que la libertad sería mi verdadera opresora? Esa libertad tan traicionera que aprisiona mis sentidos en medio de cuatro indeseables y blancas paredes vacías. De aquellas que no permiten desviar la mirada a menos que sea para observar los bordes salientes que el techo presenta. Otorgando como beneficio único, suspirar cada vez que volteo a la derecha y observo tu imagen sonriente en papel fotográfico.

¿Cuánto ha pasado?  ¿Días? ¿Semanas? Considerando los juegos que mi mente suele hacerse a sí misma, es probable que solamente hayan pasado un par de horas. Sin embargo, para el corazón y su mirada, esas horas se sienten como si de meses se tratara.  Y es curioso puesto que cualquiera pensaría que no puedo vivir sin tus besos, sin tu mirada, sin tu vida junto a la mía. Pero la verdad es que a pesar de que puedo soportar una vida sin ti, el caso es que no quiero.

Al final mi propia prisión me recuerda a tus labios. Aquella luz que se entromete en mi oscuridad me recuerda a tus ojos y las desatendidas sabanas de mi aposento, me recuerdan a tu regazo, donde no hay problema que pueda afectar, por mas grande que éste sea.

Pero aquí el caso es distinto, estoy aquí y tu allá a lo lejos, Y entre las cuatro paredes blancas, te busco y no tengo más remedio que encontrarte sonriente en una fotografía. Solo queda esperar un poco más. Solo queda soñar un poco más.

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1 comentarios:

Estefania dijo...

Es bastante bueno