Bailemos, con las miradas al
frente, con los ojos en los del otro y las miradas en lo profundo. Bailemos con las sonrisas rayando en el
coqueteo y con las pieles rozando en medio de la danza.
Dancemos con tu cabello
volando por los cielos, despidiendo el aroma de tu perfume, con ese vestido
rojo sin hombros que tanto me gusta y con ese traje negro que tan bien me
sienta. Movámonos al ritmo del furor de los corazones, que en medio de las
melodías palpitan una y otra vez.
Melodías acompañadas de esos
tambores, de esas palabras que poco importan en realidad y girando, en medio de
la noche, en medio de la nada, entre tantas miradas y sin embargo en plena
soledad, tanta como la compañía del otro haga posible, en ese espacio
atiborrado de sonidos y el completo silencio de estas dos figuras, en medio de
la noche, en medio de la nada.
Distanciados tan solo por centímetros
del suelo, flotando cuales estrellas fugaces, danzantes, cubiertas de esa
estela de nada, que termina siempre siendo todo. Buscando algo más allá en la
mirada.
Y cuando la canción termine,
volvamos temerosos a los asientos que la realidad refleja. Tu por tu lado y yo por el mío, sin despegar
miradas en ningún momento, manteniendo unida la efímera conexión de nuestras rítmicas
manos y entonces bailemos, con el simple hecho de mirarnos.
-Del
puño y la letra de Miss Van Dorth y de un servidor-
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