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Steinn Offenbach y la rebelión contra el Redentor Negro [0]

Capitulo Cero:
Regresión, presentimiento y premonición.

La ciudad se desmoronaba. Las partes altas de los edificios se precipitaban cual lluvia hacia el suelo plagado de personas huyendo del caos. Steinn Offenbach , corría esquivando los escombros volantes de lo que pronto serían las ruinas de la ciudad más grande jamás vista. Vestido con las habituales de siempre, un enorme abrigo con capucha en color negro, una bufanda roja tejida y unos guantes sin dedos en color gris, corría entre la lluvia de escombros, sujetando con fuerza un relicario antiguo. Era un guardapelo pequeño, en forma de reloj de bolsillo, en color verde metálico, viejo y desgastado, cuya piedra central brillaba en un tono esmeralda.

Con suma prisa, dobló a la izquierda en la avenida St.Connely, después, debería doblar hacia la calle Sullivan y seguir derecho hacia Shachary Smith y cruzar la barda del llamado “callejón de los lamentos “y en caso de que todo aquello pasase a la perfección, si la suerte estaba de su lado, el portal aún estaría abierto y era cuestión de cruzarlo para estar a salvo.

Mientras corría, un par de  transformadores de luz explotaron en la esquina entre Sullivan y Wallace, y soltaron mil chispas al aire seco  que inmediatamente se encendió. Grandes llamaradas ardientes cruzaron frente a él. No podía dejar que aquel relicario se quemara, era todo lo que necesitaba para poder realizar su cometido y había pasado por innumerables e inimaginables riesgos y malaventuranzas para poder llegar hasta donde estaba, como para perderlo por un descuido.

Protegiendo el viejo relicario entre sus manos, pasó atreves del fuego mientras convocaba un campo de fuerza con su energía. Era proveniente de una familia poderosa, sin embrago aún no era lo suficientemente poderoso como para cruzar por las llamas sin quemarse y eso sucedió. No había podido atravesar la columna de fuego. Sus ropas se habían encendido y mientras corría en otra dirección debía despojarse de ellas.

Cruzó a través de Jules Martin Avenue. El fuego lo había desviado mucho y ahora tendría que llegar por detrás, aunque aquello implicara mucho más riesgo que el plan original. Ya no portaba las gruesas vestimentas de la región antigua de la que provenía, pues el fuego le había obligado a despojarse de ellas para quedarse con una simple playera sin mangas y un pantalón de mezclilla en color gris pardo, que era lo que había tenido debajo del abrigo todo el tiempo.

Sin todo aquello encima, el fuego evidenciaba su figura a la perfección, alto, delgado pero fornido, el sujeto de piel como de vampiro y de cabello mediano y de tatuajes tribales en el brazo izquierdo, corría con aun más prisa que antes, volteando en repetidas ocasiones hacia su atrás, de manera muy nerviosa, como si algo viniese persiguiendo su rastro. Cruzó a través de la calle Walden Majid, pasó a lado de la florería y  saltó, sin ninguna dificultad, el automóvil del dueño del local  que estaba en la esquina anterior a su destino, pero un mal presentimiento cruzó por su cabeza.

Dobló la esquina y al fin el portal estaba frente a él, pero tal y como lo temía, ese desvío le había quitado el tiempo como para caber por un portal que se había estado desvaneciendo mientras corría. Debía pensar en algo, a pesar de sus esfuerzos, el portal situado en Walden Majid, ahora le era inservible, necesitaba actuar rápidamente, pues si no se daba prisa, podía quedar atrapado en aquel lugar a merced de aquello que lo perseguía.

Entonces se detuvo. Todo parecía suceder en camara lenta por un instante, los edificios cayendo, as llamaradas ardiendo a su lado, el agua de los hidrantes saliendo disparada por la fuerza del caos bajo sus pies y el viento, arrancando lentamente los cimientos de algunas casas más pequeñas.

Justo en medio de la reveladora escena, sus ojos se tornaron blancos y su mente se aclaró. Una serie inmensa de imágenes atravesaron por su cabeza como un inmenso álbum fotográfico hojeándose a una velocidad impresionante. Todo lo que había sucedido pasaba ahora frente a su mente, sus amigos, su familia, el lugar del que provenía y por supuesto, ella.

Todo paró y la última de las imágenes se congeló en su memoria, la antigua catedral y después, todo volvió a la normalidad, incluso sus ojos. Los edificios caían a la misma velocidad que antes, las llamas ardían descontroladas, justo como antes de aquel extraño episodio, incluso, el agua y las llamas seguían sosteniendo aquella batalla que solían llevar a cabo mientras Steinn corría.

Ahora, Steinn sabía perfectamente a donde correr, la imagen de la antigua catedral debía significar algo y si algo había aprendido durante su estancia en aquel lugar, durante sus incontables aventuras y desventuras, era confiar en sus instintos, después de todo, era lo más fuerte que tenía, incluso más que sus habilidades auriales. 
Giró hacia su izquierda y divisó el Viejo Gran Parque y al fondo, entre las copas de los arboles más lejanos, se alcanzaba a observar la antigua catedral. Aquel gran parque era el sitio más grande de la ciudad  y si quería salir con vida, debía atravesarlo antes de que aquella fuerza  pudiera alcanzarlo.

Asegurando el relicario en su mano, comenzó a correr entre la vereda central del gran parque viejo. Las llamas habían alcanzado las copas de los árboles y era cuestión de tiempo para que las raíces brotaran de suelo cuales muertos vivientes, extraídos de sus tumbas por el temblar del infierno. Un par de ramas cayeron cerca de él. La catedral estaba cada vez más cerca. Aquella fuente de piedra, con la estatua del Redentor Negro indicaba justo la mitad del Viejo Gran Parque.

Una columna de fuego se extendió frente a él y con ella emergieron ramas encendidas por las llamas. No había tiempo para detenerse. Con la garganta hecha un nudo, cerró los ojos, se rodeó de su propia energía y continuó la huida entre la columna de fuego Mientras pasaba, pudo sentir el ardor en su piel, desgarrando una por una las células de su piel. Esta vez, a diferencia de la ocasión anterior, logró salir de la columna. Algo era obvio, cualquier cosa que fuera ese ente, debía querer a Steinn muerto.


Su respiración comenzaba a escucharse agitada entre el crujir de las ramas que caían en llamas. La vereda central del parque ahora estaba cubierta de un sinfín de obstáculos cubiertos por el fuego. Debía seguir por el camino, o jamás lograría ponerse a salvo.

Aumentó el ritmo y logró recorrer la vereda en un santiamén. Había llegado al final del parque. Sin previo aviso, la tierra frente a él se partió y un abismo surgió frente a sí. Ya no había vuelta atrás, era brincar o dejarse vencer por las fuerzas que le perseguían. Viró la cabeza hacia atrás, la columna de fuego que había cruzado con anterioridad ahora comenzaba a moverse rápidamente en dirección hacia él. Debía brincar o aquellas llamas lograrían alcanzarlo en cualquier momento.

Tragó saliva, cerró sus ojos por un momento y  pudo escuchar el latir de su corazón convertido en un zumbido debido a la velocidad del palpitar. Abrió los ojos y viró la cabeza, las llamas estaban cada vez más cerca de él, debía actuar o entonces habrían fracasado todos sus intentos por lograr lo que quería y debía hacer.

Sujetando el relicario con la mayor fuerza que pudo, retrocedió un par de metros. Pensó en todo aquello que había sorteado y librado para poder llegar hasta donde estaba y con un último suspiro de aliento, saltó. El brinco le pareció lentísimo y la distancia infinita y  cayó al suelo justo del otro lado del abismo. Con prisa se levantó aun con el relicario en la mano y convocando un extraño fulgor negro en la punta de la mano que le quedaba libre, lanzó una ventisca de energía obscura y derribó la puerta de la catedral

Frente a sí se encontraba un portal enorme, e intacto, justo en medio de un par de estatuas del Redentor, del suficiente tamaño como para regresar a donde pertenecía. Apenas pudo percibirlos  pensó en correr, pero algo en sus instintos le dictaba que tanta calma en el lugar debía ser una mala seña y así lo fue. Las estatuas del Redentor Negro cobraron vida. La primera de ellas se abalanzó hacia él con su ahora llamante espada. Convocando de nuevo el fulgor negro, logró enviar a la estatua al otro extremo del recinto, pero no había tenido la misma suerte con la segunda.

Pronto, el segundo coloso de piedra había logrado enviarlo al suelo y el relicario había caído de sus manos con el impacto. La furia llenó su corazón, sus ojos se tornaron blancos nuevamente y la estatua detuvo su caminar. Un grito emergió de las entrañas de Steinn y el lugar comenzó a temblar. La estatua aún de pie del Redentor Negro comenzó a cuartearse y un aura de luz rodeó a ambos combatientes y entonces la estatua estalló. Steinn se puso de pié aun aturdido por el esfuerzo y el impacto. Pero lo peor estaba por avecinarse.

La columna de fuego se detuvo frente a las puertas de la catedral. De pronto, el calor desapareció y una corriente de aire gélido invadió el lugar. De entre las llamas anaranjadas una enorme silueta apareció. Un sujeto enorme emergió de entre las llamas, cubierto por una armadura negra y armado con una lanza con punta de diamante.

Steinn giró sobre sí mismo y tomó el relicario, después viró la cabeza hacia el portal y luego hacia el Redentor Negro que le observaba con la lanza en lo alto. No podría escapar de aquel lugar sin ser atacado por el Redentor, debía hacer algo, distraerlo, atacarlo y después huir.

Con el corazón lleno de coraje, convocó su fulgor negro en la punta de sus dedos, pero ahora una cantidad grande de las llamas anaranjadas de la columna se habían adherido al fulgor obscuro que emergía de sus manos. Corrió hacía el.

El aire se hizo más denso. El Redentor levantó su lanza de diamante y un destello rojo emergió de ella. Ambos gritaron. El rayo de fulgor negro de Steinn logró atinar hacia el hombro derecho del Redentor, mientras que el brillo proveniente de la lanza había impactado de lleno el pecho del muchacho. Todo se detuvo por un momento y al siguiente todo pareció pasar demasiado rápido. Una luz cubrió la vista de Steinn, un fuete impacto dió de lleno en el cuerpo del muchahco y entonces ni el Redentor, ni el relicario, ni las llamas se encontraban con él.

El clima había cambiado, incluso sus vestimentas habían cambiado, ya no estaba en aquella catedral a la que tanto le había costado llegar, de hecho no recordaba mucho de lo que había estado haciendo antes de correr por la ciudad en ruinas, ni del relicario que tanto protegía, ni de lo que había hecho para llegar hasta él. Estaba confundido.

Frente a él, una mujer  de tez blanca, cabello largo, negro ondulado y de ojos color miel, se encontraba tomando un sorbo a una taza de té que sostenía con ambas manos.

-Hace frío ¿no?- dijo ella.

Steinn no sabía que estaba pasando, no lograba recordar exactamente quien era aquella bella mujer, pero no dejaba de parecerle familiar aquel rostro fino y pálido. Asimismo, no lograba explicarse como había  llegado hasta allí, todo lo parecía sumamente confuso.

¿Has tenido de nuevo aquella premonición?- dijo la mujer sonriendo – Tal parece que algo no quiere que terminemos de entablar esta conversación ¿no lo crees? 




Al instante, la sonrisa hizo reacción con su memoria. Era ella, la última descendiente de los Van Dorth se encontraba frente a él y aún y con todos los riesgos que había pasado, premonición o no, la presencia de aquella mujer no podía significar otra cosa que problemas, graves problemas.


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